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Blog de Historia

Segundo Imperio (Imperio de Maximiliano)

El Segundo Imperio Mexicano es el nombre del estado gobernado por Maximiliano de Habsburgo como Emperador de México, formado a partir de la segunda intervención francesa en México entre 1863 y 1867.

La idea del segundo imperio fue apoyada por los terratenientes plutocráticos, conservadores mexicanos y la Iglesia Católica con el ejército francés, y los voluntarios de los ejércitos austriaco y belga. El gobierno imperial, sin embargo, dependía de las tropas europeas para defenderse de los rebeldes republicanos, apoyados por Estados Unidos, con Benito Juárez y los liberales mexicanos que fueron perseguidos por todo el país, hasta ser arrinconados en El Paso del Norte, y la resistencia guerrillera contra el imperio de Maximiliano fue una constante en varias partes del país, especialmente en el centro y norte.

Ofrecimiento de la Corona

Una comisión de personas relacionadas con el Partido Conservador de México y la Iglesia Católica, a disgusto con el gobierno de Juárez y la Constitución de 1857 llegó en 1863 al Castillo de Miramar, en Trieste.

El 3 de octubre de 1863 en el castillo de Miramar, los mexicanos ofrecieron la Corona de México al archiduque austriaco. Para convencerlo, la delegación argumentaba que el pueblo de México deseaba un príncipe europeo en el trono, y que el desacuerdo con el gobierno de la República era general. Al ser derrotados los conservadores en la llamada Guerra de Reforma decidieron buscar apoyo en las casas gobernantes europeas con el fin de instaurar en México un gobierno imperial afín a su ideología católica, para ello crearon una comisión que se dedicó a visitar las casas reinantes de Europa con el fin de obtener apoyo a su causa.

A Napoleón III de Francia le agradó la idea de crear un imperio en México y decidió apoyar a los conservadores enviando al ejército francés a México, con el fin de establecer un gobierno pro-francés frente a los Estados Unidos. El ejército francés fue derrotado en la famosa Batalla de Puebla, pero al año siguiente regresaron y tomaron la ciudad de Puebla, y finalmente con el apoyo de los conservadores mexicanos tomaron la ciudad de México y con ello el poder instaurando la monarquía parlamentaria, declarando a Maximiliano I de Habsburgo emperador de México.

En buena medida, la instauración de esta monarquía se posibilitó más por factores externos que por propios. Los planes de posicionamiento francés en ultramar aprovecharon el hecho de que los Estados Unidos de América se encontraban inmersos en la Guerra de Secesión, lo que garantizaba que éstos no estarían en posición de apoyar a los federalistas mexicanos en buena medida hermanados a través de las logias masónicas. Sin embargo, en 1867 pasarían dos hechos cruciales para la ocupación francesa;

Los federalistas de la Unión Americana ganan la guerra de secesión, y están ahora sí en mejor posición para ayudar a Benito Juárez con armas y logística, quien se encontraba con un gobierno paralelo instaurado en la población de Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez);

El Imperio Austriaco pierde la Guerra de las Siete Semanas frente a Prusia, por lo que Baviera se anexa a Prusia y con ello se unifica Alemania, lo cual se convierte en la principal amenaza para la seguridad nacional francesa, y con ello dificulta a Francia enviar refuerzos a México para sostener a Maximiliano I de México en el trono. A lo anterior se suma una Austria devastada por la pérdida de la guerra Austro-Prusiana, por lo que tampoco Francisco José (Emperador de Austria) está en posición para ayudar a su propio hermano Maximiliano I de México. Las amenazas por parte de Francia de retirar sus tropas finalmente se materializaron a principios del año 1866, lo que inició el avance republicano hacía el centro del país puesto que el ejército imperial no contaba con las tropas necesarias para contener su avance. En 1867 Maximiliano I de México reorganizó el ejército imperial, designando a los generales conservadores para altos puestos militares, tales como Miguel Miramón, Tomás Mejía y Manuel Ramírez de Arellano. Sin embargo, al acercarse las tropas republicanas a la ciudad de México, Maximiliano I huyó a la ciudad de Querétaro.

El 6 de marzo de 1867 el General Mariano Escobedo sitió la ciudad de Querétaro; mientras tanto, el General Porfirio Díaz sitiaba la Ciudad de México, impidiendo a Santiago Vidaurri reforzar las tropas imperiales en Querétaro. Después de 71 días de resistencia, Quéretaro cayó en manos de las tropas de Mariano Escobedo, Maximiliano entregó al general Ramón Corona su espada en señal de derrota, y el 19 de junio fueron fusilados, en el Cerro de las Campanas, Tomás Mejía, Miguel Miramón y el propio Maximiliano I. Benito Juárez entró a la Ciudad de México el 15 de julio de 1867.

 

 

 

 

Formación de los Estados Unidos y expansión territorial

Estados Unidos surgió a partir de la colonización británica de América, protagonizada por oleadas de inmigrantes británicos que fundaron entre los siglos XVII y XVIII Trece Colonias en la costa atlántica del subcontinente norteamericano, al Este de los Apalaches. Estas colonias daban la espalda a las posesiones francesas del Québec y la Luisiana.

Luego de un desarrollo más bien pacífico de los colonos, las guerras contra los franceses al norte obligaron la creación de cuerpos de ejército coloniales, una de las primeras expresiones de identidad nacional. Más tarde, y fomentados por las ideas de los enciclopedistas franceses, vinieron las sublevaciones como el Motín del Té en el puerto de Boston (1773). Las medidas represivas del gobierno inglés provocaron el inicio de la Guerra de Independencia. Los colonos formaron un ejército de milicianos que se pusieron bajo el mando de George Washington, quien tuvo problemas para equipar a sus hombres con armas y municiones, además de no disponer de una flota para combatir a la del imperio británico, así que pidió ayuda a Francia, la cual para desquitarse de la Guerra de los Siete Años accedió a ayudar a las colonias.

La revolución estadounidense se inició con las tensiones de menor importancia entre la falta de representación política de los colonos norteaméricos en el parlamento británico y progresivamente se intensificó cuando Gran Bretaña aplicó impuestos a los colonos para saldar la deuda acumulada de la Guerra de los Siete Años. La revolución culminó con la Guerra de la Independencia que dio lugar a la proclamación de los Estados Unidos de América.

La principal causa de este conflicto fue el sentimiento de marginación por parte de los colonos, que aportaban riquezas e impuestos a la metrópoli, impuestos que se incrementaron a partir de 1765, año de imposición de la Ley del Timbre (Stamp Act), para sufragar los elevados gastos que a Inglaterra le había supuesto la Guerra de los Siete Años. Las colonias creían injusta su obligación de pagar impuestos a la metrópoli sin tener representación política en el parlamento de Londres. Esta situación hizo que desde mediados del siglo XVIII comenzara a crecer la creencia de que no hacía falta la fuerte dependencia de Inglaterra. Los colonos hizo un llamamiento al gobierno británico para permitir que las colonias para tener una representación política en el parlamento, pero estas peticiones se les negó en repetidas ocasiones. "Impuestos sin representación" (taxation without representation) se convirtió en el lema de los colonos insatisfechos.

En 1775 comienza oficialmente la guerra de la Independencia. Los colonos organizaron a toda prisa las milicias civiles y acordó nombrar a George Washington, un rico aristócrata y un ex teniente-coronel del ejército británico, como su líder. Washington controlaba una enorme cantidad de capital financiero y creía que había sido injustamente acusado por los británicos por fiascos en la guerra franco-india, que a su juicio no fueron culpa suya.

El desarrollo inicial fue claramente de dominio inglés, pero su curso cambiaría cuando tras la Batalla de Saratoga, primera gran victoria estadounidense, Francia y posteriormente España entrasen en guerra apoyando a los independentistas norteamericanos.

En 1783 por la Paz de Versalles, Inglaterra se ve obligada a reconocer la independencia de las 13 colonias británicas, tal y como éstas habían redactado en la famosa Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1776.

Una vez lograda la independencia, resultó muy complicado poner de acuerdo a todas las antiguas colonias sobre si seguían como estados independientes, o se reunían en una sola nación. Tras varios años de negociaciones, en 1787, 55 representantes de las antiguas colonias se reunieron en el Congreso de Filadelfia con el fin de redactar una constitución. Se creaba así un único gobierno federal, con un Presidente de la República y dos Cámaras Legislativas (Congreso y Senado) como solución intermedia. Se redactó también la Constitución de 1787, y se llamó a las elecciones por las cuales George Washington fue elegido como el primer Presidente de los Estados Unidos bajo la nueva constitución.

Esta constitución estaba inspirada en los principios de igualdad y libertad que defendían los ilustrados y se configuró como la primera carta magna que recogía los principios del liberalismo político, estableciendo un régimen republicano y democrático. La independencia y democracia estadounidense causó un notable impacto en la opinión y la política de Europa.

Como Estados Unidos, George Washington gobernó con un estilo federalista. Cuando los agricultores de Pensilvania se negaron a pagar un impuesto federal sobre el licor, Washington movilizó a un ejército de 15.000 hombres para sofocar la Rebelión del Whisky. Con Alexander Hamilton al frente de la Secretaría de Hacienda, el gobierno federal se hizo cargo de las deudas de cada estado y creó una banca nacional. Estas medidas fiscales fueron concebidas para alentar la inversión y persuadir a la iniciativa privada a que apoyara al nuevo gobierno.

En la primera mitad del siglo XIX Estados Unidos se extendió por nuevos territorios. Al núcleo inicial que comprendían las Trece Colonias, se agregaron nuevos territorios al sur y al oeste: compraron Luisiana y Florida a Francia y España respectivamente; Inglaterra cedió Oregón; Texas decidió incorporarse; y ganaron Nuevo México y California tras una breve guerra con México. Esta expansión hacia el oeste proporcionó tierra y recursos, y contribuyó a forjar la identidad de la población en detrimento de los pueblos indígenas que fueron relegados a las peores tierras.

En el inmenso país en que se convirtió Estados Unidos se distinguían tres grandes zonas: el noreste, industrial y urbano; el sur, agrícola y con grandes explotaciones de algodón y tabaco trabajadas por esclavos; y el oeste, con predominio de pequeños granjeros.

La guerra de Secesión

La constitución de Estados Unidos permitía la esclavitud, cuya abolición dependía de cada Estado. Los Estados del sur la mantenían porque era la base de sus explotaciones agrícolas.

En 1860 fue elegido presidente Abraham Lincoln, que era abolicionista, lo que provocó que once Estados del sur se separaran de Estados Unidos y formaran una confederación. El Congreso los declaró en rebeldía y la guerra comenzó en 1861. La guerra se prolongó durante cuatro años y provocó medio millón de muertos. El norte venció y la esclavitud fue abolida.

La Reconstrucción

El período posterior a la guerra de Secesión se conoce con el nombre de Reconstrucción.

  • Se dieron derechos políticos a los negros y la política se organizó en torno a dos partidos: los demócratas y los republicanos. Sin embargo, cuando se retiró el ejército del norte, en el sur se suprimieron de nuevo las leyes favorables a los negros.
  • En el terreno económico este fue un período de gran desarrollo de la industria moderna.

 

SEGUNDA INTERVENCION FRANCESA

La Segunda Intervención Francesa en México, también conocida como la Guerra Franco-Mexicana, fue el segundo conflicto internacional sostenido entre México y Francia. Comenzó con los reclamos franceses por la suspensión de la deuda por el gobierno de Benito Juárez, y siguió con el establecimiento del Segundo Imperio Mexicano, mantenido por las tropas francesas, belgas y austriacas que ocuparon el país entre 1862 y 1867.

Disputas con el clero, así como con los diplomáticos de España en México, habían iniciado una cadena de intranquilidades entre México y varios países europeos. Además, las complicaciones económicas causadas por la Guerra de Reforma y la Revolución de Ayutla, a pesar de las medidas tomadas por el gobierno para reducir los costos de la guerra (por ejemplo la reducción de las fuerzas militares), forzaron al gobierno a suspender la liquidación de las deudas externas por un periodo de dos años.

España, Reino Unido y Francia formaron una alianza tripartita en octubre de 1861, con el propósito de protestar conjuntamente contra las políticas económicas mexicanas; exigieron el pago de la deuda, aunque, aparentemente, sin la intención de intervenir en los conflictos domésticos de México. Para presionar al gobierno mexicano enviaron una expedición armada que arribó a Veracruz en Enero de 1862.

A raíz de la suspensión de pagos España, Francia e Inglaterra encontraron el pretexto idóneo para intervenir en los asuntos mexicanos. El 31 de octubre de 1861, en Londres, las tres naciones suscribieron un convenio por el cual adoptaron las medidas necesarias para enviar a las costas de México fuerzas combinadas de mar y tierra. La intervención tenía el objetivo de cobrar deudas acumuladas desde tiempo atrás y, si bien las demandas no resultaban extrañas, su cumplimiento era difícil en las circunstancias de la República.

A pesar de la buena voluntad mostrada, algunas tropas españolas arribaron, en diciembre, al puerto de Veracruz, y para enero de 1862 ejércitos de las tres potencias europeas desembarcaron en territorio mexicano.

Ante tal panorama, el presidente se vio en la necesidad de llamar a los mexicanos a unirse en contra de los invasores, pero el Congreso, que se distinguió por una actitud antijuarista, frenó muchas de las iniciativas presidenciales.

El gobierno mexicano logró llegar a un acuerdo con el representante español y suscribir el texto conocido como "Los Preliminares de La Soledad". Dicho documento fue avalado por los británicos pero no así por los franceses, quienes, con este hecho, demostraron sus intereses intervencionistas.

El 9 de abril de 1862, las potencias suspendieron los acuerdos de la Convención de Londres, por lo que las tropas españolas e inglesas se retiraron del país. Mientras tanto, Almonte, que al amparo de las fuerzas francesas había llegado a México, tomó el mando del gobierno que defendía la intervención y organizó un gabinete con miembros del partido conservador, al tiempo que el ejército invasor emprendía la marcha hacia el altiplano con el fin de apoderarse de la capital e impresionar a los mexicanos con las fuerzas que mandaba. Si bien es cierto que la primera sorpresa se la llevarían ellos al ser derrotados por el ejército mexicano encabezado por Ignacio Zaragoza en la célebre batalla de Puebla del 5 de mayo de 1862, la llegada de refuerzos y de un nuevo dirigente francés para la lucha, el general Federico Forey, daría a la larga la posibilidad al ejército invasor de llegar hasta la capital en 1863.

El 31 de mayo, ante la inminencia de la llegada de las tropas francesas, Juárez y su gabinete abandonaron la capital. Ese mismo día el Congreso le dio al presidente un nuevo voto de confianza, cerró sus sesiones y se disolvió. Sin embargo, varios diputados, entre ellos el presidente en turno de la Cámara, Sebastián Lerdo de Tejada, decidieron acompañar al presidente en su peregrinación hacía el norte.

La invasión

Francia envió cerca de 5.000 hombres bajo el mando de Carlos Fernando Latrille, Conde de Lorencez, quienes llegaron a Veracruz el 6 de marzo de 1862. Entre tanto los soberanos de España y Gran Bretaña disolvieron la alianza tripartita, agraviados por la diligencia de Francia, y se dispusieron a arreglar sus asuntos con México individualmente.

Las tropas republicanas, bajo el mando de Ignacio Zaragoza, intentaron cortar a los franceses el camino a México cerca de las Cumbres de Acultzingo, aunque fue inútil. Zaragoza procedió a congregar sus fuerzas alrededor de Puebla; la victoria de los republicanos en la batalla de Puebla, ocurrida el 5 de mayo de 1862, proporcionó optimismo y confianza, lo cual incrementó la moral del pueblo mexicano. Juárez, entonces, aprovechó el tiempo para preparar la defensa; se levantaron trincheras y se reunieron recursos para sostener un posible sitio a Puebla. Francia envío 30.000 soldados suplementarios bajo el mando del general Forey.

Forey regresó a Francia para recibir el título de Mariscal, y en su lugar asumió el cargo Aquiles Bazaine. El ejército francés superaba ya los 45,000 hombres, y aunado a los territorios previamente conquistados, ya ocupaba Tlaxcala, Toluca y, muy pronto, Querétaro. El 9 de noviembre partió Bazaine, acompañado de su áscar, hacía el norte; encontraron poca resistencia, lo cual les ocasionó pocas pérdidas al ocupar las principales poblaciones del país. El general imperial Márquez capturó San Luis Potosí, sólo días después de que Juárez trasladara su gobierno a Saltillo.

Los republicanos resistieron el avance francés en varias partes del país empleando básicamente las técnicas de guerrilla; en Tabasco, las fuerzas republicanas frenaron a los franceses al derrotarlos en la Batalla de El Jahuactal el 1 de noviembre de 1863, la ciudad de Tampico había sido bloqueada por guerrilleros y, en el sur, Porfirio Díaz, al mando de 4,000 soldados, obstaculizaba el paso desde México hacia Veracruz. A pesar de ello no pudo impedirse el avance francés, que ocupó en 1864 Guadalajara, Aguascalientes y Zacatecas.

Los generales republicanos suplicaban a Juárez que renunciara a su cargo para, de esa manera, poner fin a la guerra de intervención francesa. Entre ellos destacaban los generales Manuel Doblado y Jesús González Ortega, así como Santiago Vidaurri, gobernador de Nuevo León y Coahuila. Este último se unió al bando imperial a causa de graves diferencias entre él y Juárez.

Sin embargo, las fuerzas federales tabasqueñas al mando del Coronel Gregorio Méndez Magaña, lograrían propinar un duro golpe a las aspiraciones intervencionistas francesas, al derrotarlos en la memorable batalla del 27 de febrero de 1864 recuperando la capital del estado San Juan Bautista y expulsándolos definitivamente de Tabasco, cubriendo de gloria a las ármas nacionales y dándoles nuevos brios para contiunar la lucha.

Debido a los problemas europeos de Napoleon III sobrevino un cambio en el panorama para los republicanos. Las amenazas por parte de Francia de retirar sus tropas finalmente se materializaron a principios del año 1866, lo que inició el avance republicano hacia el centro del país, puesto que el ejército imperial no contaba con las tropas necesarias para contener su avance. En 1867 Maximiliano I de México reorganizó el ejército imperial, designando a los generales conservadores para altos puestos militares. El mando recayó en los generales Miguel Miramón, Tomás Mejía y Manuel Ramírez de Arellano. Sin embargo, al acercarse las tropas republicanas a México, Maximiliano se trasladó a Querétaro para continuar la lucha.

A partir del 6 de marzo de 1867 el General Mariano Escobedo sitió la ciudad de Querétaro; mientras tanto, el general Porfirio Díaz sitiaba la ciudad de México, impidiendo a Márquez y Vidaurri reforzar a las tropas imperiales en Querétaro. Después de 71 días de resistencia, Querétaro cayó en manos de Escobedo por una traición, y el 19 de junio fueron fusilados, en el Cerro de las Campanas, los generales Tomás Mejía y Miguel Miramón, junto con Maximiliano I. Juárez entró en la capital del país el 15 de julio; había triunfado la República.

TRATADO MON-ALMONTE

El Tratado de Mon-Almonte fue firmado el 26 de Septiembre de 1859 por don Juan Nepomuceno Almonte, un conservador mexicano y don Alejandro Mon, representante de su majestad Isabel II en México.

En este tratado se restablecen las relaciones entre México y España.

Este tratado fue firmado por los conservadores mexicanos, en su búsqueda de apoyo en su lucha contra los liberales durante la Guerra de Reforma. Entre los princiaples aspectos del tratado se contemplaba un prestamo a la facción conservadora, el cual debía ser pagado al triunfo de estos, pero esta deuda terminó pasando al gobierno liberal el cual fue al final vencedor de la guerra, agregandose a la ya de por sí cuantiosa deuda externa con las naciones europeas.

Con este tratado los conservadores pretendieron llamar la atención de las coronas europeas para apoyar su causa; pero este tratado al igual que su homónimo firmado con los Estados Unidos, nunca entraría en vigor.

Juan Nepomuceno Almonte, quien había fijado su residencia en Francia, funge como representante del presidente Zuloaga. En septiembre de 1859, firma con Alejandro Mon, ministro de España, un convenio mediante el cual el gobierno conservador se compromete

a reconocer y a pagar todas las deudas atrasadas y a resarcir los daños causados a los españoles que habían sido agredidos y asesinados, a cambio de que el gobierno español otorgue su reconocimiento a los conservadores.

En efecto, el gobierno español brinda todo su apoyo a la facción conservadora.

Por su parte el gobierno de Juárez, cuyos recursos eran casi nulos, busca el apoyo del

gobierno de los Estados Unidos, y para ello firma con este país un peligroso tratado.

TRATADO McLANE-OCAMPO

El Tratado McLane-Ocampo, formalmente Tratado de Tránsito y Comercio, fue un acuerdo entre los Estados Unidos y el gobierno liberal de México, encabezado por Benito Juárez, firmado en el puerto de Veracruz en México, el 14 de diciembre de 1859, el cual habría vendido a perpetuidad el derecho de tránsito por el Istmo de Tehuantepec a los Estados Unidos, por cuatro millones de dólares, desde el puerto de Tehuantepec en el sur, hasta Coatzacoalcos en el Golfo de México, y con la carga para México de emplear fuerzas militares para la seguridad de las personas que transiten (artículo V); ceder a perpetuidad el derecho de tránsito a favor del vecino país del norte, desde la ciudad de Guaymas hasta el Rancho de Nogales u otro punto conveniente de la frontera entre la República de México y los Estados Unidos (artículo VI); ceder a perpetuidad el derecho de tránsito a la unión americana, desde cualquier punto entre Camargo y Matamoros, u otro punto conveniente de la frontera de Tamaulipas, vía Monterrey, hasta Mazatlán (artículo VII).

El 22 de febrero de 1859 William B. Churchwell recomendó de forma confidencial a James Buchanan que en el tratado se incluyera una cláusula para lograr la cesión de Baja California a los Estados Unidos,[1] sin embargo el gobierno de Juárez rechazó la propuesta y en la versión final del tratado firmado por McLane-Ocampo no se vendía ninguna porción de territorio.[

La firma del tratado era de particular importancia para el Gobierno Republicano de Juárez, porque representaba el reconocimiento ante la comunidad internacional de México como República, [3] y de esta forma el Gobierno Republicano obtenía automáticamente el apoyo militar de EEUU contra la invasión extranjera.[4] Aunque el tratado McLane-Ocampo no fue ratificado, sirvió para que se reconociera al Gobierno de Juárez y consecuentemente derrotar a los invasores.

El tratado estipulaba que todo el tránsito que circulara por el istmo, sería libre de cualquier derecho o tarifa, tanto para los productos comerciales como para los militares y las tropas. Incluso garantizaba la obligación de las tropas mexicanas de ayudar al aseguramiento de los derechos permanentemente otorgados a los Estados Unidos.

Adicionalmente, garantizaba derechos de paso por dos franjas de tierra mexicana: una que correría por el estado de Sonora desde el puerto de Guaymas en el Mar de Cortés, hasta Nogales, en la frontera con Arizona; y la otra del occidental puerto de Mazatlán, en el estado de Sinaloa, pasando por Monterrey, hasta llegar a Matamoros, Tamaulipas al sur de la actual Brownsville, Texas, en el Golfo de México.

México tendría asimismo la obligación de construir instalaciones de almacenamiento en ambos lados del istmo de Tehuantepec. Todos los derechos de paso beneficiarían a los Estados Unidos de forma perpetua.

De los $4,000,000 del costo total de estos beneficios, los Estados Unidos pagarían de inmediato únicamente dos millones al gobierno de México, mientras que la mitad restante permanecería en las manos de Estados Unidos, previendo los pagos de demandas de ciudadanos estadounidenses contra el gobierno mexicano por daños a sus derechos.[6]

Situación Real del Tratado [editar]

A pesar de que el presidente estadounidense James Buchanan favorecía fuertemente el arreglo y el presidente mexicano Benito Juárez, necesitaba con urgencia el dinero para financiar la guerra que libraba contra el Partido Conservador, el acuerdo nunca fue ratificado por el Senado de Estados Unidos.

Estados Unidos planeaba construir una vía ferrea o un canal a lo ancho del istmo para acelerar el transporte de correo y mercancias entre las costas este y oeste. Los caminos ahí, en Nicaragua y en Panamá ya acumulaban tránsito considerable.